Por primera y única vez, el director neoyorquino indaga en el género del terror, para lo cual contó con un guión surgido de una adaptación de un cuento de Stephen King y con un actor único e irremplazable como Jack Nicholson que, a pesar de su juventud, consigue una de las actuaciones más logradas de su carrera. Esta perfecta e irrepetible combinación de circunstancias hace que, a pesar de no tener más de 25 años, sea considerada por muchos como un clásico del género.
Los climas de la película, ayudados por la desolación del paisaje y la locura extrema (pocas veces contada de manera tan verídica y angustiante) sumergen al espectador en sucesivos interrogantes, borrando prácticamente las fronteras entre lo real y lo irreal
Kubrick demostró con esta película cómo se hace cine de terror, sin derroches de efectos especiales ni situaciones efectistas, y dejó más que claro que la calidad no tiene género.
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