viernes, 15 de febrero de 2008

La quimera del oro - Charles Chaplin (1925)


16/02/08


"La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce” Jorge Luis Borges

Nostálgico melodrama del vagabundo, que en esta oportunidad lleva su bagaje de elegancia, gracia y profunda melancolía a las inhóspitas tierras de Alaska, situándonos históricamente en los principios del siglo XIX en lo que fueron los inconmensurables peregrinajes por estas tierras poco amigables en busca de lo que parecía ser la posible salvación de los postergados: la búsqueda de oro.

Una vez más este talentoso inglés, con el humor como estandarte, mostraba al mundo las miserias por las que los países desarrollados también han pasado.

La peli cuenta un poco el detalle de este viaje metafísico del vagabundo, mostrando la infinitud de dificultades que debían sortear aquellos intrépidos hombres que buscaban un futuro mejor, batallando sin cuartel contra el hambre y el frío.

Las escenas en la cabaña cuando el deseo de comer los lleva al delirio son un fiel reflejo de lo que nadie como Chaplin logró generar en el espectador, esa mezcla rara de nudo en la garganta y sonrisa inocente, esas sensaciones que hacen que uno lo quiera tanto... ¿Quién podría imaginarse el cine sin el vagabundo?

Hace poquito tiempo regresé de mis vacaciones, estuve en el Noroeste Argentino, se preguntarán ¿Y esto a que viene? No se impaciente, ya voy al punto, y le juro que tiene que ver con Chaplin. Tuve el agrado de conocer en esos parajes norteños a un señor muy humilde del cual nunca supe, ni sabré, el nombre que se paseaba por las calles de esa pequeña localidad impecablemente vestido de saco (sin importar el clima), moño rojo y guante blanco en mano derecha, este señor recorría las calles de la ciudad empujando un especie de horno blanquecino que se desplazaba con ruedas de bici en el que transportaba sus empanadillas inexplicablemente siempre calientes, uno le solicitaba la empanadilla y él con un gesto majestuoso y luciendo su impecable guante blanco entregaba su manufactura envuelta en una servilletita de papel. Una noche, desde la ventana del hostal vi cómo una furiosa tormenta se desataba en el pueblo tomando por sorpresa al señor caminante. Él sólo atinó a resguardar bien su hornito bajo una sombrilla y esperar que escampara. Cuando aflojó la lluvia y estando él totalmente empapado, sacó un pañuelito, con el que prolija y detalladamente secó su hornito blanco y se perdió calle arriba al grito de “¡Empanadillas! ¡Empanadillas!”

Y a pesar de que Tafi del Valle nunca tuvo cine y que probablemente el señor de las empanadillas desconozca a Chaplin, esa noche de tormenta, mirando a través de la ventana del hostal, me pareció ver un par de bigotitos inquietos y ese bastón compañero que gira y gira…

A mi abuelo, con amor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué grande, Leni!! Aún no había podido entrar al blog pero ahora que he entrado estoy flipando! Qué bueno el último comentario, sobre "La quimera de oro"!! Tenés arte para escribir!! Un abrazooo! Guadi.

Anónimo dijo...

Leni, creo que he cometido un error, le he dado a la opción Silvio Soldán, pero se ve que no fue él el director de los siete samurais. Son los problemas de mi profunda falta de cultura transatlántica. Espero que puedan ponerme al día en una pronta visita que estoy a punto de realizar a esas tierras suyas.
Y ánimo con este cuaderno que está más que bien!!

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Bravo Leni,ya te lo dije por mail,pero no queria faltar en el blog.Felicitaciones!!!Susana.